Cuanto más profundicemos en la naturaleza del tiempo, tanto más comprenderemos que duración significa invención, creación de formas, elaboración continua de lo absolutamente nuevo [Bergson 2004: 19].
Cuántas veces se anhelan más horas en el día, cuántas que el tiempo no transcurra tan deprisa. Algo ocurre con la percepción del tiempo cuando parece que el tiempo nos arrolla. Generalmente, esto sucede cuando nuestra idea de tiempo no coincide con el tiempo real, o dicho de otra manera: cuando organizamos nuestra actividad desde el deseo de finalizarla, cuando la concebimos parcialmente y sin contemplar, con cierta objetividad, la duración y el ritmo de nuestros procesos.
La gestión del tiempo se vuelve aún más compleja cuando hay que sincronizar los ritmos y duraciones de varias personas para desarrollar una misma tarea; es decir, en el trabajo en equipo. Esta tarea se complejiza aún más cuando el trabajo en equipo se desarrolla en un aula, para una asignatura determinada y con los contenidos del currículo como objetivo ineludible. En las dinámicas de aula que se basan en este tipo de trabajo (por ejemplo, las de aprendizaje cooperativo o algunas de ABP) es imprescindible planificarlo y secuenciarlo adecuadamente, establecer una alianza con el tiempo.
El maridaje del tiempo y el trabajo comienza al eliminar los prejuicios que hay sobre el primero: el tiempo no es un factor limitante (o si se prefiere, la vida y los recursos con que contamos siempre son limitados), no es un enemigo invisible; si se enfrenta, es un aliado. La clave de este maridaje es planificar adecuadamente las tareas, controlar el tiempo en su desarrollo para modular los ritmos de trabajo y disfrutar de la duración acotada como indica Henri Bergson. No es tan complicado disfrutar del tiempo que tenemos; para empezar, basta decir: «sí, quiero».
BERGSON, Henri (2004): Memoria y vida. Textos escogidos por Gilles Deleuze, Madrid, Alianza.
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