La creatividad se rige por una serie de procesos que podemos agrupar en dos categorías: los de carácter morfológico (llamados así porque recogen cualquier tipo de proceso relacionado con los cambios formales de los elementos que se someten al proceso creativo) y los contextuales (relativos a la descontextualización de estos elementos). Entre los procesos de la creatividad de naturaleza morfológica destacan la asociación -que se puede establecer a partir de cualquier cualidad percibida sensorialmente (mediante la vista, el oído, el tacto, etc.)-, los cambios de propiedades -con recursos como la hipérbole-, la iteración, la hibridación o la fragmentación, entre otros. Gran parte de las técnicas orientadas a los procesos creativos trabajan los de carácter morfológico (por ejemplo, la lluvia de ideas, los mapas mentales, o la búsqueda de estados oníricos mediante procesos hipnagógicos).
Asimismo, la serendipia es un proceso involuntario que se relaciona con la suerte, el azar o las casualidades, vinculada tanto a los procesos morfológicos como a los contextuales y que se trabaja con técnicas como el «estratal» o «la palabra al azar». Tanto si las casualidades existen como si no, el azar -quizá tuvo algo que ver el papel que le confirió Duchamp al cosiderarlo como una parte del proceso artístico- se ha convertido en un factor desencadenante de los procesos creativos.
Tanto en unos como en otros procesos, las técnicas que se orientan a trabajar la creatividad siempre son excelentes inhibidores de los bloqueos si se asume abiertamente el juego al que invitan.
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